jueves, 27 de diciembre de 2012

El amor y los sueños


Amar lleva a pensar en el bien del otro antes que en el propio. Sentir la plenitud en salirse de uno mismo. Des ensimismarse. Por eso lo experimentamos como un despertar. Un nuevo mundo, más pleno, se nos abre. Pero hay un problema. Y es que ese salirse no puede ser renuncia a uno mismo. Si dejamos de querernos. Si abandonamos nuestros sueños. Si nos dejamos, el hechizo se rompe. Dejando de ser uno, uno no puede ser amado. Y tampoco amar con la serenidad necesaria. Con el dejar ser. Al otro y a uno mismo. Parece que el amor fuera un arte de dioses. Un arte para contorsionistas del alma, capaces de salirse de sí mismos sin dejar de ser ellos mismos. Para seres por encima del apremio de una vida finita, por encima de las pasiones, pero capaces de sentir fuego en las entrañas. Serenos y embriagados a la vez. Tranquilos como el infierno.
Tú, yo y nosotros.

Y en ese equilibrio del tú y el yo se da lo trágico. Porque aparece el contexto. Mi yo está ligado a mi circunstancia, mi situación aquí y ahora, condicionada desde el pasado y proyectada a un futuro. Mi proyecto de vida no se da en el Olimpo. Sino aquí en la tierra. Y ello significa que hay un montón de cosas que no controlo. Y como me fundo con la circunstancia, soy mi circunstancia, mi vida está incontrolada. También la tuya. Y por eso a veces adviene lo trágico: nos queremos pero nuestras vidas pueden apuntar lejos una de la otra. Y entonces ya no es posible el equilibrio. No es posible estar en el otro sin perderse del todo a uno mismo. Se acabó la posibilidad de hacer magia.

¿O es posible? ¿Puede la magia vencer a los kilómetros, a las primas de riesgo, a los sueños profesionales, a los …..?
La respuesta depende del yo, del tú y del nosotros.
Un yo con verdadera vocación de profundidad creo que puede desplazarse por toda circunstancia sin traicionarse. El tú y el nosotros, por supuesto, han de estar a la altura.

Filosofía en la sombra, Filosofía con corazón...



Cuando todas las luces apuntan al mismo lugar, lo que está en la oscuridad parece que no existe.


Hoy día, vivimos bajo un sol que no nos deja ver. Una luz cegadora arrasa la riqueza de lo real. Las personas, los animales, la naturaleza... todo lo que no es sensible a un microcospio o susceptible de producir réditos económicos queda reducido a cenizas, a escombros de la mirada científica. Un gélido desierto fácil de medir y matematizar, pero imposible de vivir.


En términos políticos, nos vanagloriamos de lo conquistado, pero somos incapaces de idear un futuro que mejore este presente vergonzoso e inhumano. Como dice Zizek, una de las grandes virtudes del capitalismo es su capacidad para anular nuestra imaginación. Un imaginario colectivo nacido de los dogmas neoliberales recorta nuestro horizonte y delimita las reglas de un juego que en realidad no existe por sí sólo, porque nosotros somos quienes decidimos jugar cada mañana. Un signo de ésto, explica Zizek, es la ciencia ficción: ideamos mil formas de acabar con el planeta (invasiones extraterrestres, zombies, catástrofes siderales...), pero no somos capaces de imaginar alternativas a un sistema que provoca el genocidio sistemático y cronometrado.

 

Si algo he aprendido estudiando Filosofía es que una realidad distinta a la que nos hacen ver aguarda en la sombra esperando a que abramos los ojos. Ahí está la clave de un futuro distinto. De una alternativa. Para ello hay que pensar y hay que des aprender. Desprogramar. Un formateo urgente.

 

Esa es la esencia de la Filosofía. Una manera de ver lo que está oculto, de poner en cuestión la visión dominante del mundo, de denunciar la locura del supuesto “sentido común” y asomarnos a lo otro.

 

Eso, sí, a diferencia de otros, yo tengo claro que “amo más a las personas que al conocimiento”. Me importan mucho más los asideros existenciales, la vida de las personas, que las verdades desnudas. En ello influye el poder limitado que le concedo al pensamiento y lo débil que me parece la concepción científica de la verdad. Por eso no acepto el yugo de una Filosofía que reduzca lo humano a cenizas. Por eso trataré de ser lo menos oscuro posible. Y por eso hablo de FILOSOFÍA CON CORAZÓN, en un guiño a María Zambrano y su búsqueda en lo más profundo del alma humana. Y también a Pascal y su célebre cita:

 

El corazón tiene razones que la razón no entiende”


Ésa es la idea que anima este blog. Ojalá se acerque un milímetro a sus propósitos. Y ojalá colaboréis en él aquellas personas que compartís mi enfoque. Estáis más que invitadas :)