jueves, 24 de enero de 2013

Por qué sin Ética y sin Filosofía saldremos de la crisis



El Gobierno de España prepara una reforma del sistema educativo que elimina la asignatura de “Ética y Ciudadanía” y reduce considerablemente “Historia de la Filosofía”.

La medida ha sido duramente criticada por la oposición, profesores y gente del gremio, pero lo cierto es que, a poco que pensemos, nos daremos cuenta de que puede ayudarnos a salir de la crisis y mantenernos en la senda del crecimiento y la prosperidad.

Ahí van siete razones:

1. Seremos mejores trabajadores

La asignatura de Ética es la única que cuestiona que algo sea importante en función de su precio, de modo que si la eliminamos será más sencillo tener trabajadores dispuestos a todo. Y eso le gusta a los mercados. Una persona que se pregunte autónomamente si lo que le han ordenado es inmoral frena la economía.

2. Seremos mejores consumidores para ser mejores productos

La Filosofía puede hacer que nos cuestionemos si -como decía Eric Fromm- es más importante ser o tener. En la sociedad capitalista lo que tengo determina lo que soy, y lo que soy determinará a quien le gusto. Si quieres gustar tienes que ser un Playmobil, con constantes nuevos accesorios. El consumidor y el producto se confunden así hasta el punto de que ya no sabemos si el maniquí está en el escaparate o al otro lado del cristal. Evidentemente, una asignatura que plantee estas incómodas cuestiones no ayuda en nada al consumo y a nuestra prima de riesgo.

3. Seremos más obedientes

Uno de los elementos esenciales de la Filosofía -señalaba Popper- es su carácter crítico. A diferencia de cualquier otra disciplina, el filósofo para ser filósofo no sigue a su maestro, sino que pone en duda todo lo que éste le enseñó. Es un desobediente incorregible. Alguien que no acepta las cosas sin más.

Así que reducir la Historia de la Filosofía ayudará a que seamos aún más obedientes ante la autoridad, sea ésta paternal, religiosa, laboral, policial, política... Ello reforzará sin duda, la “Marca España” y la confianza de los mercados.

4. Nos importarán aún menos los Derechos Humanos

La asignatura de Ética es la única que trabaja los Derechos Humanos más allá del mero registro histórico. Si no la eliminamos, puede ser que los ciudadanos del futuro luchen por condiciones dignas de trabajo para todos los seres humanos, el derecho universal a la sanidad y la educación, e incluso cuestionen la venta de armas a países en guerra, un negocio en expansión, con el que España ha ganado más de 3.800 millones de euros desde 2007. Dicho de otro modo: los Derechos Humanos son sinónimo de crisis económica.

5. Explotaremos mejor a las mujeres

Gracias a la profunda estructura machista, se mantiene gran parte del tejido productivo, de modo que asignaturas como Ética en donde se explique que el género es una construcción social e histórica pueden ponen en peligro la estabilidad de la economía nuevamente.

6. Explotaremos mejor el planeta

El capitalismo se basa en el crecimiento infinito en un mundo de recursos limitados. La reflexión filosófica puede ayudar a darnos cuenta de lo absurdo de esta idea, e incluso llevarnos a la conclusión de que no es posible salvar el planeta si no sustituimos la idea ilustrada de crecimiento ilimitado, por una más razonable de “decrecimiento”, como apuntan Serge Latouche o Jorge Riechmann. Imagínense cómo subiría la prima de riesgo si nos diera por hacernos ecologistas

7. Explotaremos mejor a los animales

Estudiar filosofía también puede llevar a situaciones indeseables como las de poner en cuestión el daño que sufren los toros, la moralidad de consumir carne de origen industrial o la experimentos con conejos para hacer champús. Si estas actitudes se generalizan, perderíamos mucho mucho dinerito.

miércoles, 16 de enero de 2013

Milagro en el taxi


Ocho de la mañana, llegas tarde a la entrevista, saltas de la cama, te arreglas como puedes, bajas las escaleras, sales a la calle, paras un taxi, le das la dirección, arranca y de repente el taxista te pregunta “¿Cómo estás?” He ahí un milagro.

Digo milagro porque verdaderamente es un momento mágico. Un instante en el que se desploma todo un orden del mundo mediante algo que no puede ser explicado mediante la lógica de ese mundo. ¿Qué sentido tiene que un taxista, un desconocido, me pregunte cómo estoy, abiertamente, con claridad en los ojos? Lo cierto es que algo se abre en nuestro interior... y el profundo orden de cemento y maquinaria se resquebraja.

Porque nuestro día a día está impregnado de cemento y maquinaria. Instrumentos. La mayoría de las personas con las que tratamos pero no conocemos e incluso a veces aquellas a quienes más queremos, son tratadas como instrumentos, medios para nuestros fines. Lo humano que hay en ellas queda arrasado por la mirada instrumental.

En una obra o una fábrica es muy evidente cómo los jefes tratan a los empleados como meras herramientas. En el sector servicios se da además la des humanización cliente-empleado. Uno sólo ve dinero, el otro un deseo a satisfacer. Que la persona sea una u otra es tan importante como que el metro que me lleva a casa todas las noches sea el mismo. Lo único relevante es que pase a la misma hora. Que funcione.

Y a pesar de este desolador contexto de des humanización, lo cierto es que todos los días hay milagros. El profesor Juan Antonio Estrada una vez me explicó que existen dos maneras de entenderlos, objetiva y subjetiva. La objetiva es la clásica: un milagro es un fenómeno que no puede ser explicado más que recurriendo a la intervención divina.

La segunda manera, el milagro subjetivamente entendido, tiene que ver con el papel que juega en la vida de la persona. No importa lo que el fenómeno sea a la luz de un microscopio, sino cómo me hace vivir. Para el creyente el milagro es así una fuente de esperanza y de confianza.

La pregunta del taxista nos arranca de la instrumentalización. Como explica Enrique Dussel, ya no es objeto ni instrumento. De súbito, una cosa se convierte en un alguien. Y eso no se logra mediante un raciocionio frío, un cálculo racional o una deducción. Ya Descartes mostró cómo si nos valemos únicamente de una razón reptiliana, despojada de carnalidad, podemos dudar de que el resto de la humanidad sean personas en vez de autómatas e incluso de que nosotros mismos seamos cerebros en cubetas al estilo Matrix.

Por eso es tan maravilloso el episodio del taxista. Nos muestra que somos seres dotados de algo más. Corazón, alma, potencia ética, conciencia de alteridad... no sé ni cómo llamarlo, pero lo importante es que somos algo que no cabe en los estrechos márgenes de la vida de cemento y herramientas. Algo inexplicable si pensamos desde esos estrechos márgenes, milagro objetivo. Algo que alimenta la esperanza y la confianza, milagro subjetivo.


“Aún más que con los labios,
Hablamos con los ojos;
Con los labios hablamos de la tierra,
con los ojos del cielo y de nosotros”
(Manuel Acuña, Hojas secas)